Ahora que uno de los grandes debates europeo va a ser el certificado verde digital para poder moverse libremente por la UE, la cuestión es recuperar el tímido debate que se inició con la pandemia sobre el cambio del modelo turístico de masas que homogeneiza las ciudades, ahogando sus particularidades a través de una amalgama de cartón piedra y marcas globales.
La economía del visitante es una muy buena línea de actuación que permite un enfoque conveniente, constructivo y positivo del turismo de masas en una ciudad. Un enfoque que potencia la personalidad de una urbe a través de sus detalles más definitorios que la convierte en un ente único y diferente dentro de este mundo globalizado.

Cada ciudad debe recuperar dichos rasgos y potenciarlos. La economía del visitante se centra en recuperar el impacto económico del turista en el ámbito local, a través de la sostenibilidad, la riqueza cultural más allá del patrimonio artístico y la seguridad para la población local.



Pero la promoción de estos rasgos no debe salir únicamente de las administraciones públicas. La población local y la población visitante también deben ser altavoces, en el mundo interconectado de las redes sociales, y prescriptores de dichos rasgos que, para la población local, son motivo de orgullo y, para la población visitante, son motivo de agradable sorpresa de ser partícipe de una realidad distinta a la suya y que puede llevarse a su casa.


Por ejemplo, Copenhaguen no es sólo la Sirenita ni la Nyhavn ni su maravillosa arquitectura contemporánea. Son otros muchos detalles que sorprenden al visitante cuando ve que las tiendas de su barrio en Barcelona también han hecho de sus carteles pequeñas señas de identidad.





