A mediados de mayo del 2014 la OMS publicó las siguientes cifras: en todo el planeta hay 870 millones de personas que padecen malnutrición y 1.400 millones de personas con problemas de sobrepeso y obesidad, que son responsables de 3,4 millones de muertes al año. El sobrepeso y la obesidad, propios de los países desarrollados, se relacionan con el 23% de las enfermedades cardiovasculares, el 44% de la diabetes y diversos tumores de mama, endometrio y colon.
Olivier de Schutter, relator especial de Naciones Unidas para la Alimentación, presentaba en 2012 un informe sobre nutrición en el que proponía las siguientes propuestas para erradicar el sobrepeso:
- Aumentar los impuestos a los productos menos saludables
- Regular los alimentos con alto contenido en grasas y azúcares…
- Limitar la publicidad de la comida basura
- Replantearse ciertos subsidios agrícolas
- Apoyar a los productos locales
No hay unanimidad entre los expertos, tanto del ámbito de la salud como del sector de la alimentación, acerca de las medidas a tomar para erradicar la obesidad, debido a que es un problema a resolver desde una óptica multidisciplinar:
- El tipo de dieta desequilibrada y altamente calórica
- El estilo de vida sedentario
- Incultura y desconocimiento sobre el qué es comer bien
- Voluntad política para legislar políticas preventivas eficaces
En la Convención Mundial para proteger y Promover las Dietas Saludables, celebrada en Ginebra esta semana, se ha puesto el énfasis, por un lado, en los ámbitos de la educación y la información nutricional y, por el otro, en el ámbito legislativo alrededor de la publicidad y promoción, la producción y la fiscalidad de alimentos y bebidas poco saludables para erradicar un problema que ya es responsable de más muertes que el tabaco, siempre hablando de los países desarrollados.
Ahora bien, teniendo en cuenta que todos estos ámbitos son de vital importancia para la erradicación del sobrepeso y la obesidad, no veo que ningún tipo de actuación que incida en los estilos de vida de la sociedad actual y que, en el fondo, son los que configuran las maneras de hacer y de pensar de los ciudadanos. Y, en este sentido, pueden llegar a ser mucho más dañinos para la salud anuncios como el de “Actimel: llamada del jefe” que el de una cerveza. Porqué anuncios como el de L casei legitiman un estilo de vida en el que una dieta saludable es sustituida por una poción mágica que, más que alimentar, está destinada a servir como refuerzo para el ritmo de vida actual.
El anuncio muestra la siguiente historia: una madre está dando de desayunar a su hijo y a su hija. La niña sale corriendo de la mesa y su madre la persigue con su chaqueta en la mano. El niño sigue sentado en la mesa desayunando y suena el móvil de la madre. Es una llamada de su jefe, que le deja el siguiente mensaje “Elena, prepárate que hoy tenemos mucho trabajo…” El niño se sorprende y cuelga el teléfono mientras aparece su madre. Le informa a su madre de lo duro que será su día de trabajo. El hijo le ofrece el actimel para que, cual poción mágica, aguante toda su jornada laboral y, cuando llegue a casa, aun siga teniendo ganas y fuerzas para jugar con él. Una voz en off afirma “nuestro ritmo de vida puede poner a prueba nuestras defensas…” mientras la mujer entra a su centro de trabajo. El anuncio finaliza con la madre jugando con sus niños a, lo que parece, cabalgar caballos mientras la voz en off concluye “actimel: el desayuno de las defensas también para ti”
Se puede llegar a la conclusión, sin ningún ánimo de ser demagógico, que los alimentos sólo sirven para poder aguantar mejor el ritmo de vida que llevamos. Es decir, en el fondo, no se trata de comer sano porqué es bueno para la salud sino de tomar alimentos que, aunque sean sanos, nos permitan aguantar el ritmo de vida frenético en el que nos vemos inmersos día a día, sin cuestionarse qué consecuencias tiene para la salud ese propio estilo de vida.
Fijémonos en el posible horario de la protagonista del anuncio, partiendo de la base que los colegios empiezan las clases a las 09:00:
07:00 se levantan los padres. Se duchan, se visten y preparan el desayuno.
07:30 se levantan los niños, se lavan, se visten y desayunan.
08:15 la familia va al colegio y al centro de trabajo.
17:00 – 18:00 se recogen los niños del colegio y de las actividades extra-escolares.
18:00 – 19:00 la familia llega a casa.
19:00 – 20:00 los niños hacen los deberes, ven la tele, se duchan.
20:00 – 20:30 los niños cenan.
21:00 – 21:30 los niños se van a dormir.
Con este horario, más o menos aproximado, ¿Cuándo hay tiempo para comprar alimentos y bebidas saludables? Y, lo más importante, ¿cuándo hay tiempo para cocinar esa dieta tan saludable, que se tiene que promocionar? No hay tiempo. Y este es uno de los principales problemas que afectan a la alimentación. Porqué en este horario no hemos incluido todo el resto de tareas domésticas que se tienen que hacer en el quehacer diario. Además, esta falta de tiempo se produce en mayor o menor medida en las familias, tanto de clase alta como de clase media como de clase baja. Es transversal.
Posiblemente, esta falta de tiempo que acaba derivando en el concepto “conciliación familiar” sea la principal causa del sobrepeso y la obesidad, teniendo en cuenta que esta falta de tiempo se sustituye con alimentos como el del anuncio que, bajo la etiqueta de “sano” “light”…, acaban derivando en dietas desequilibradas o calóricas pero que se preparan rápidamente.
Ya no se trata de que la clase alta coma mejor y más sano que la clase baja. Hoy en día todos los ciudadanos tenemos acceso, más o menos, fácil a la información nutricional que permita seleccionar alimentos y bebidas saludables. Estamos hablando de que, tanto si se tienen un puesto de trabajo “mileurista” como si se tiene un puesto de trabajo bien remunerado, el ritmo de vida que muestra el anuncio es parecido sino igual. El sobrepeso y la obesidad no son características sociales propias de los individuos de clase baja. Justamente, anuncios como este desmienten la asociación de pobreza con obesidad y sobrepeso porqué el estilo de vida que muestra es transversal.
Y esta concepción de los alimentos y su ingesta también se tiene que combatir con igual o mayor, incluso, fuerza que las medidas que se propongan en el ámbito educacional o legislativo. Poca eficacia tendrán programas nutricionales espléndidos o prohibiciones de publicidad de alimentos basuras o imposiciones fiscales a determinados productos menos saludables si no tenemos una sociedad que nos permita parar un momento para cocinar una dieta sana y, luego, tener otro momento para comer, saborear y digerir lo que hemos cocinado.