Me he dado cuenta, casi sin querer, que la Historia del Arte es un viaje de la dualidad que ha tenido el ser humano a la hora de plasmar, de una manera plástica, la naturaleza que le rodea. De la sencillez y la coherencia con la que el ser humano explica el cosmos a través de los capiteles dóricos, la cúpula del Duomo de Florencia o la sensualidad elegante de la Venus Victrix de Canova y los cuadros geométricos de Mondrian, a la veneración de la naturaleza en su estado más puro y salvaje de los capiteles corintios, el baldaquín de la Basílica de San Pedro, la fachada de la Natividad de la Sagrada Familia de Barcelona o las acuarelas y los paneles para Edwin R. Campbell de Kandinsky.
En la galería titulada “Geometría básica artística (homenaje a Mondrian y Malévich)” rendía un homenaje a la racionalidad humana expresada a través de la simplicidad de la estética geométrica.
Para ser fieles a la esencia misma del ser humano que, a lo largo de todas las épocas, se ha debatido entre estos dos hemisferios, aquí va el homenaje a la otra parte: al desorden, al caos que rige la naturaleza en su estado más puro y que, también, el arte ha sabido mostrar de una manera excepcional.
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Pues para no interesar bien que has entrado y has mirado. Te equivocas en una cosa: no pretendo ser artista. Por último, si crees que no intereso ¿por qué te molestas en comentarlo? A partir de aquí, he conseguido el objetivo principal y es, simplemente, que hables de mi.