La gran estafa catalana post 27S

Nunca un análisis post electoral ha sido tan complejo como los resultados de las elecciones al Parlament de Catalunya del pasado 27S.

La dificultad del análisis viene dada por la conveniencia y el interés de los partidos políticos en considerar dichas elecciones como un plebiscito o no, según se utilicen los resultados para reforzar el mandato democrático que todos creen haber obtenido. El problema está en que de las urnas no ha surgido “una gran mayoría que se lea como un mensaje claro, inequívoco, transparente y definitivo” que reclamaba Raül Romeva, el cabeza de lista de Junts pel Sí, el pasado 23/09/2015.

Esta fluctuación en la opinión de todos los actores políticos hace necesario distinguir un doble análisis, plebiscito versus elecciones al Parlament, para valorar los resultados en su conjunto, teniendo en cuenta que el plebiscito es anterior a la traducción de dichos votos en escaños del Parlament.

Este cambiar de parecer se vislumbra cuando entran en contradicción las declaraciones de Josep Rull, coordinador general de CDC, en una entrevista a El País el pasado 04/08/2015: “Lo que queremos el 27S es contarnos y, a partir de ahí, tomar decisiones (…) Esto nos legitimaría para seguir avanzando en el proceso, porque hablamos de unas elecciones, no de un referéndum” y la claridad con la que Junts pel Sí plantea un plebiscito cuando envía el memorándum nº 20 a distintas legaciones diplomáticas, en el que se puede leer que “las elecciones serán un plebiscito sobre la independencia, única opción restante después de que el Gobierno español se haya opuesto reiteradamente a permitir un referéndum

Pues bien, por fin nos hemos contado y, en uno de los ejercicios de honestidad política más significativos que se recuerdan, el candidato por la CUP, Antonio Baños, dijo en la noche electoral: “No hemos ganado el plebiscito no hay DUI, ya está”. Lo increíble es que este análisis de la derrota del plebiscito también se vislumbra en las declaraciones de Artur Mas, el pasado 10/10/2015 ante el consejo nacional de CDC cuando dice: “Tenemos la miel en la boca. Nos hemos acercado al 50% de los votos y eso es más importante que llegar a un acuerdo en 15 días

La sencillez de un referéndum o plebiscito no admite interpretaciones complejas. No existen varias opciones en juego, sólo dos: sí o no. No se trata de ganar a los demás participantes, se trata de obtener 51 sobre 100. Y desde esta lógica es inapelable que el plebiscito se ha perdido.

A partir de aquí, la gran estafa democrática se produce cuando los líderes de Junts pel Sí, principalmente CDC porque parece que los demás no existan, se aferran al clavo ardiendo que es el argumento que la mayoría de los catalanes han votado por iniciar la hoja de ruta hacia la independencia porque en el Parlament hay una mayoría absoluta de diputados por la independencia.

La estafa democrática radica en considerar que tanto los votos de Catalunya Sí que es Pot como los de Unió no se deben contar en el bloque del NO. Siguiendo la argumentación de Joan Majó en su artículo Las tres Lecturas, del pasado 29/09/2015, tampoco creo yo que se pueda contar en el bloque del NO a los votantes del PSC debido a su propuesta de reformar la Constitución y, por tanto, de voluntad de cambiar el status quo, tal y como declaraba Antonio Baños la noche del 27S.

1.952.482 ciudadanos han votado SI a la independencia de Catalunya, lo que representa un 47,5%. No se ha llegado al 50 + 1%, por tanto, no existe la legitimidad democrática para iniciar ningún proceso que lleve a la independencia de Catalunya porque, tal y como se ve, el plebiscito se ha perdido. ¿Cuál es el mandato democrático real que ha surgido de las elecciones? Una amplia mayoría, 2.939.921 de ciudadanos que representan el 71,6%, ha dado el mensaje claro e inequívoco, que tanto deseaba Raül Romeva, de querer cambiar el actual statu quo de Catalunya como Comunidad Autónoma dentro de España. Frente a este 71,6% nos encontramos con los 1.079.505 ciudadanos (los votantes de Ciudatans y el PP) que quieren seguir igual como estamos ahora y que sólo representan el 26,3%

Y por si fuera poco la abrumadora diferencia entre las dos opciones, resulta que estos resultados son refrendados por un 77,4% de participación. Cifra que valida, de manera incontestable, el mandato democrático para obligar al gobierno central a abrir un proceso de negociación real para ampliar el autogobierno de Catalunya.

En definitiva, se puede afirmar con total rotundidad que los ciudadanos de Catalunya han votado no a la independencia de Catalunya pero un sí clarísimo a cambiar el status de Comunidad Autónoma hacia, como mínimo, una relación federal entre España y Catalunya y, como máximo, preparar a la sociedad para que en las próximas elecciones al Parlament los partidos independentistas ganen por mayoría absoluta de sufragios de todo el censo electoral y no solo de los que participan. Porque en esta campaña electoral se ha hablado mucho del aspecto emocional, con el colofón de los pesos pesados del PP protagonizando un vídeo en el que hablan catalán y nos dicen lo mucho que nos quieren. Se ha hablado mucho de los apellidos y los orígenes de millones de catalanes (algunos mal pensados y fanáticos de la teoría de la conspiración podrían afirmar que a Pablo Iglesias le han pagado para que promocione la película Ocho apellidos catalanes). Pero mientras siga habiendo 1.195.168 ciudadanos que pasen absolutamente del tema ni este pequeño gran trozo de tierra ni ningún otro podrán conseguir la independencia y, mucho menos, si es de un país que, por mucho que también nos fastidie, también es una democracia parlamentaria occidental.

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