Curioso símbolo el de la manzana. Con lo sana que es y un simple mordisco nos quitó la divinidad que Dios nos había insuflado, allá por el albor de los tiempos. Y como si de cerrar el círculo se tratara, a principios del siglo XXI otra manzana nos va a volver a quitar la esencia humana que, con tanto esfuerzo, habíamos recuperado a lo largo del siglo XX. Entre la manzana de Apple y la facilidad de Google se va diluyendo la inquietud intelectual y el espíritu crítico con los que Dios seguramente nos creó cuando nos hizo a su imagen y semejanza.
Lo digo porque es fácil ser testigo de hechos que demostrarían la hipótesis a partir de la cual cuando más fácil es el acceso a la información más idiotas nos volvemos, remitiéndonos al estadio en el que, después de morder la manzana, Adán se quedó con cara de tonto cuando oyó la peor de las maldiciones que alguien pueda echar jamás a otro: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”
La curiosidad aparece cuando menos nos lo esperamos. Satisfacerla sólo con tecnología mide el grado de idiotez del ser humano.
Un primer ejemplo lo encontramos cuando, después de ir a cenar con unos amigos, decidimos ir a un pub a tomar la última copa. Entre todas las buenas canciones que pinchaba el DJ hubo una de la cual no nos acordamos del título y lo quisimos saber. Como buenos carrozas que empezamos a ser nos fuimos al camarero y le preguntamos por el título. El camarero cual serpiente que tentó a Eva nos enseñó la fruta prohibida, en forma de i-phone, que nos daría acceso al conocimiento y se dispuso a tentarnos, a satisfacer nuestra curiosidad. Encendió una aplicación mediante la cual el móvil oye la melodía que está sonando y, automáticamente, te dice el título y el artista de la canción. Al cabo de unos dos minutos de reloj, que en esos momentos se hacen eternos, y unas cuantas posturitas del camarero incluida subirse encima de la barra nos admitió desolado que su i-phone había fracasado en su intento de ser la fruta prohibida que todos anhelábamos comer y siguió con su quehacer nocturno. Saboreando un nuevo fracaso de la actual actitud en la que “yo sin el móvil no hago nada”, le hicimos la siguiente observación: ¿Por qué no le preguntas al DJ qué canción ha puesto? En lo que se tarda en ir y venir del final de la barra supimos cuál era el título de la canción.
Un segundo ejemplo lo encontramos en la famosa aplicación que te indica el tiempo que tarda un autobús en llegar a la parada en la que te encuentras. Para volver del trabajo a casa tenemos dos paradas de autobús separadas por una calle con dos carriles para cada sentido de la circulación. Una parada se encuentra en una calle a pocos metros del cruce y la otra parada en la perpendicular que la cruza a pocos metros también del mismo cruce. El amigo consultó la aplicación para saber cuál de los dos autobuses llegaba antes a la parada. Yo le pregunté si realmente era tan importante saber cuándo llegarían los autobuses si igualmente teníamos que esperar pero él me dijo que sí, que era importante porque así podía subirse al primero que viniese y llegar antes al sitio al que tenía que ir. Pensé para mis adentros de qué le iba a servir llegar 2 o 3 minutos antes si, seguramente, los dos autocares se acabarían juntando antes de llegar al destino ya que seguían la misma ruta hasta el final de parada. El amigo miró la aplicación y vio que el autobús que pararía más cerca de dónde nos encontrábamos llegaría en 4 minutos. Al final el autobús llegó en 2 minutos así que toda su teoría se desmontó perdiendo un tiempo precioso para hablar conmigo de cómo había ido el día, leer el periódico o, sencillamente, dejar la mente en blanco y relajarse en la parada.
Un tercer ejemplo lo encontramos con otro amigo que utilizó una aplicación para localizar taxis que estuvieran lo más cerca posible, como si el taxi se fuera a esperar a que el amigo fuera hacia donde se encontrase en ese momento. Lo gracioso y triste a la vez es que mientras estaba consultando la aplicación pasaron tres taxis libres que podían haber sido utilizados pero como no estaban en la aplicación mi amigo no los utilizó, para exasperación mía.
Lo triste es que estos 3 ejemplos son la punta de un iceberg que se vislumbra enorme cuando uno viaja en metro y observa que el 90% de los jóvenes están pendientes de lo que ocurre en la pantalla del móvil.
Puede llegar a ser deprimente pensar que tanta dependencia del móvil no es sino el reflejo de la inmadurez de una sociedad que, como pensar y madurar causa fatiga, prefiere transferir la esencia humana al móvil y evadirse en la superficialidad de una conversación por whatsapp, crear falsos mundos mediante un juego o mirar vídeos en el YouTube tal y como, tan obscenamente, se muestra en el anuncio de este operador de telefonía móvil:
Acordémonos que no hace tantos años, cuando no había smartphones, los ciudadanos iban por la calle o en transporte público sin el móvil en la mano. Podían escuchar música o leer pero, al final, el hecho de no poder distraerse, evadirse, acababa llevándonos a hacer algo tan humano como es… pensar.
Es curioso constatar como en una sociedad donde se nos exige a todos que ejercitemos el cuerpo, que hagamos deporte, no se nos exija ejercitar la mente ¿Habrá alguna conspiración detrás para qué no pensemos y, por tanto, sea más fácil manipular a unas masas que son dóciles debido a su ignorancia, por mucho acceso a la información que haya?
Es necesario pensar porque nos permite enfrentarnos a nuestra propia realidad con libertad, acorde a nuestras creencias y valores. A medida que vamos dependiendo más de los smartphones dejamos de tener ese tiempo precioso y tan importante que nos permite reflexionar sobre un comentario desafortunado a un amigo, que nos permite pensar qué le puede hacer feliz a nuestra pareja, pensar cómo podemos solucionar un error que hemos producido, analizar en qué nos afecta determinada política de nuestro gobierno, cómo puedo ayudar al prójimo…
A medida que vamos dependiendo más y más de los smartphones podemos llegar a crear una falsa realidad, que sólo sucede en la pantalla del móvil, que nos deja totalmente indefensos en nuestra propia cotidianidad familiar, laboral…
Al fin y al cabo, progresar, ese verbo que tanto gusta a la “nueva” Derecha liberal, no es sino pensar continuamente para poder mejorar, ya sea a nivel individual ya sea a nivel de sociedad. Y lo piensa servidor que, paradójicamente, ha utilizado un Smartphone para ir escribiendo en las “NOTAS” la idea central de esta reflexión mientras iba en el silencioso vagón del metro.
Felicidades por el texto… y sobretodo, por pensar, esa palabra en peligro de extinción.
Muchas gracias por el comentario. Es de las pocas cosas que no nos podrá quitar nadie y tampoco es tan difícil.
Si usted no piensa a lo largo del día porque «la tecnología se lo impide» no nos culpe a los demás de su deficiencia. Aprenda a escribir y a diseñar lo que escribe, que la derecha liberal no es la responsable de que usted intente hacernos leer un texto blanco con párrafos farragosos, en fondo naranja chillón, y encima sin serifa.
Observo con tristeza que no ha entendido el artículo. La tecnología no impide pensar; lo que impide pensar es estar tan pendiente de la tecnología (de los mensajitos, las fotitos, utilizar apps que impiden ejercitar la mente…) en vez de usar más el cerebro cuya tecnología, por cierto, aún no ha sido superada.
Insisto en que, mal que le pese, tenemos una relación eminentemente electiva con las TIC. Esta respuesta proviene de una notificación que me ha dado el software WordPress de que usted ha dizque respondido a lo que se le ha escrito. Es mi elección venir a su blog a dejarle otro comentario, como es la suya torturar a sus lectores con textos ilegibles en fondo y forma.
Del mismo modo, es su elección (realizada desde su inimitable cerebro) tener cuenta de Facebook no, responder a los mensajes de WhatsApp inmediatamente después de recibirlos o no, o usar su teléfono móvil para leer cómo un campeón mundial de Go ha sido derrotado por un sistema de aprendizaje maquinal.
Quejarse de que puede elegir cómo interactuar con sus congéneres a través de los medios que lo facilitan es posiblemente el mayor signo de decadencia que existe.
Qué flaco favor ha hecho la imprenta a la humanidad, si. ¿Y los ordenadores? El demonio, no tienen nada bueno. Internet sólo sirve para que unos locos quieran meternos ideas perversas en la cabeza. Y ya el uso de los smartphones es demencial, con tanta aplicación inútil, como saber dónde está la gasolinera más barata, o aplicaciones para montar muebles de Ikea. Hacer fácil el acceso a la información es lo más dañino para la inteligencia. Hay que abolir escuelas, universidades, cerrar periódicos,…. Y si quieres usar un bolígrafo, te lo curras y te inventas uno. Faltaría más.
Veo que no has entendido para nada el artículo. ¿De qué te sirve un fácil acceso a la información si no sabes discernir qué información es buena y cuál es mala? Estos criterios son los que se tendrían que enseñar en las escuelas, universidades… No por el hecho de tener un Smartphone una persona ya puede mantener un debate, diálogo, conversación mínimamente intelectual o hacer cosas de sentido común, tal y como puedes ver en los ejemplos.
Sergileal, no haga caso a los que le critican… ya se habrá dado cuenta ud. a la primera, que son drogadictos de las TIC o como se diga esa cosa… Hay que ser rematadamente tonto para estar más de dos horas al día pendiente del «inteligente teléfono» (me niego a escribirlo en inglés, porque vivo en España). Y sobre todo, como «seguidores» de tal o cual equipo de frúmboldt, de tal cantante o cantanta, etc. etc. Est de lod «seguidores» me recuerda a los «seguidores» del flautista de Hamelin… Dónde vas, Vicente? Donde va la gente…