Si ya no es posible la revolución, ¿estamos en el fin de la Historia que pronosticaba Fukuyama con el libro “El fin de la historia y el último hombre”? Me pareció interesantísimo, y lo escribo en superlativo porque creo que se lo merece, el artículo del filósofo Byung-Chul Han en El País el pasado 3 de octubre titulado ¿Por qué hoy no es posible la revolución? El autor explica cómo la dominación neoliberal se ha acabado imponiendo en el mundo en tanto que ha sabido eliminar las resistencias de los trabajadores dada su gran capacidad de seducción; la dominación neoliberal ha conseguido que los trabajadores se crean tan dueños de si mismos que han perdido la consciencia de clase que Marx había desarrollado.
Partiendo de la base que el análisis pueda ser cierto, hay un hecho que le discutiría al Sr. Han en tanto que niega la mayor: la nula posibilidad de éxito de una revolución.
Tal y como decía Marx en su Manifiesto del Partido Comunista “Las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante”. Y este ha sido el gran logro del sistema capitalista: conseguir que todos los ciudadanos occidentales acabemos aceptando el sistema capitalista como el único sistema económico posible, visto el fracaso histórico del comunismo como sistema político y económico (apunte: fracaso que conviene señalar debido a la traición ideológica y teórica de la utopía comunista que llevaron a cabo Stalin, Mao o los jemeres rojos o que no les dejaron llevar a cabo como la Cuba de Fidel Castro y el embargo económico norteamericano aunque este último apunto forme parte de la historia ficción).
Ahora bien, lo que creo que el Sr. Han obvia y que, en el fondo, ha supuesto el triunfo de la Revolución Socialista que proponía Marx es el Estado de Bienestar como poder que está por encima del sistema capitalista en tanto que los ciudadanos le hemos transferido la capacidad para regularlo y, de esta manera, corregir las desigualdades que generaba. Los ciudadanos occidentales hemos acabado aceptando el sistema capitalista pero con el contrapunto del Estado de Bienestar que garantiza un contrato social frente a la tendencia egoísta del capitalismo hacia el favorecimiento de los intereses de los empresarios.
A partir de la gran crisis financiera de 2007 la dominación neoliberal ha vuelto a atacar con fuerza el equilibrio de poderes, bajo un manto de nuevas e inocentes palabras que ha inundado el vocabulario económico y social y que sirven para afirmar el discurso del Sr. Han: competitividad, emprendedores, economía 2.0, moderación salarial, austeridad en las cuentas públicas no son sino ataques al tipo de sociedad con el que Occidente se desarrolló en su más largo y fructífero periodo de paz y prosperidad. Y que tienen su éxito por la capacidad de seducción que el Sr. Han argumentaba.
Nos están machacando tanto con que somos dueños de nuestro propio destino que, al final, nos lo creemos ingenuamente llegando a negar, aunque sea de manera inconsciente, la pertenencia a un grupo o colectivo social, ya que clase social puede que sea un concepto que haya quedado un poco obsoleto, sólo un poco eh, en tanto que simplifica la actual realidad social mucho más compleja.
Además, el canto de sirena neoliberal llegaría a su punto más álgido con la economía 2.0 en tanto que insiste en esa concepción “superguay” del yo y mi móvil como centro de toda mi existencia. De ahí a pensar que el Estado es un ente represor, que sólo pone trabas mediante las regulaciones tan rígidas, hay un pequeño paso: fuera reglas, libertad absoluta.
Por desgracia, la socialdemocracia europea ha sucumbido, cual incauto marinero, desde su posición institucional a esta cosmovisión, siendo este el principal motivo de su incapacidad en dar respuesta a los graves problemas de la inmensa mayoría de los ciudadanos que sufren la austeridad, a la inmensa mayoría de los trabajadores que sufren la moderación salarial y la competitividad.
Frente a este panorama desolador, ¿pueden los ciudadanos montar una revolución y triunfar frente a esta concepción neoliberal de la sociedad? Una revolución concebida como la definió Marx puede que no pero porqué, hoy en día, ya no hace falta montar unas barricadas y quemar cajeros, por muy glamuroso que fuere entre la extrema izquierda que se define como heredera pura de Marx y Lenin.
La revolución se está produciendo desde dos vertientes:
La primera vendría desde las propias instituciones transnacionales como la UE y toda su elaboración, lenta y llena de dificultades, de una política fiscal y presupuestaria común, con el objetivo final de poder ser más eficaces frente a crisis financieras como la actual. O, por ejemplo, la OCDE y su nuevo planteamiento del debate sobre transparencia y moral fiscal para cambiar la fiscalidad de las multinacionales ante las artimañas legales que aplican para pagar menos impuestos (ver noticia del suplemento negocios del 5 de octubre de 2014 “Las grandes corporaciones ven peligrar el festín fiscal”)
La segunda vendrá de la mano de los nuevos partidos tanto de izquierda como de extrema derecha que, no nos equivoquemos, no creo que lleguen a ser opción real de gobierno pero sí que creo que servirán para des-institucionalizar a los partidos socialdemócratas europeos. Podemos, Syriza, el Frente Nacional, el UKIP o el Movimiento Cinco Estrellas son partidos que han sustituido a la socialdemocracia europea en el combate ideológico con la dominación neo-liberal. Por eso, en estos momentos de gran desesperación económica y social tienen tanto éxito frente al sistema capitalista y los mercados, que imponen su cosmovisión neo-liberal.
También es necesario resaltar experiencias individuales que, no por tener menos eco, no dejan de ser ejemplos de revolución frente a la dominación neo-liberal: según datos del Banco Mundial, institución con un claro signo ideológico (leer noticia del suplemento Negocios “Capitalismo campesino” del 12 de octubre de 2014), advertía que “El porcentaje de bolivianos sumidos en la pobreza descendió del 60% en 2006 al 45% en 2011” bajo el gobierno del socialista Evo Morales y su política agraria de otorgar títulos de propiedad a los campesinos que cultivan las tierras.
De todas maneras, cabe reconocer que si nos toca el Euromillón, problamente, el Sr. Han tenga razón: nos olvidaremos de nuestros orígenes y llevaremos un tren de vida como el de los grandes financieros que tanto daño están haciendo al resto de ciudadanos, mostrando el más absoluto de los desprecios.