Ante la grave situación económica, política y social que vive Grecia y la UE en su conjunto, es muy fácil tirar de filósofos atenienses y tragedias clásicas para explicar lo que sucede. Prefiero ser más original.
Entre los minutos 6 y 8 del metraje del clásico del cine bélico “Los cañones de Navarone” se presentan diversos planes para eliminar los potentes cañones que impiden el salvamento de 2000 soldados aliados, que se encuentran en condiciones miserables confinados en una isla griega. Todos los planes que se proponen, elaborados por los servicios de inteligencia, aun sabiendo que son imposibles y suicidas (les suena esta cantinela), se basan en los criterios militares más lógicos y elementales fracasando, una y otra vez, ante lo inexpugnable del terreno y la mortífera capacidad de los cañones. Hasta que el personaje llamado Franklin propone un plan alternativo, que nada tiene que ver con lo convencional, lo establecido y lo lógico, que se lleva a cabo. No desvelaremos el final de la película pero está claro que, siendo un clásico de Hollywood, ese nuevo plan no acaba mal si bien hay muchos sacrificios de por medio… algo así como las políticas que se van a tener que aplicar en Grecia, con los sacrificios que la población griega va a tener que asumir.
Lo digo porque desde aquel histórico 9 de noviembre de 1989 parece que, junto con la Caída del Muro de Berlín, se derrumbó cualquier posibilidad de elaborar una alternativa política, económica y social que confrontase la cosmovisión capitalista a la hora de vertebrar cualquier país de Occidente.
Las miserias sociales y económicas que salieron a la palestra en los países de la Europa del Este supusieron la legitimación histórica para que los partidos socialdemócratas y socialistas de Europa Occidental aborrecieran las líneas ideológicas más a la izquierda de sus programas y que se centran, principalmente, en la igualdad de los ciudadanos y la justicia social como ejes cohesionadores de una sociedad.
El gran falso crecimiento económico de la primera mitad del siglo XXI, basado en el “lo importante es crecer y ganar dinero, al precio que sea, da igual”, tuvo en la Tercera Vía de Toni Blair la necesaria legitimidad ideológica para que los partidos socialdemócratas dejasen de estar huérfanos de ideología frente a la Derecha y pudiesen seguir llamándose de izquierdas pero con el “centro” delante.
Al estallar la Gran Crisis Económica en el otoño de 2007, hace ya la friolera de 8 años, se evidenció que, junto con las burbujas sobre las que se basaba el crecimiento económico, la Tercera Vía también fue una burbuja ideológica con la que la socialdemocracia europea no supo presentar una alternativa real a la Derecha la cual, con mucha inteligencia, sí que aprovechó esa orfandad para imponer con toda su crudeza su visión de la sociedad a través de las llamadas políticas de austeridad.
Thomas Piketty, Paul Kraugman, Joseph Eugene Stiglitz están intentando elaborar una ideología que supere la Tercera Vía si bien, de momento, los partido socialdemócratas aun no la hayan asumido debido, seguramente, a que todavía siguen nadando en la abundancia que les proporcionó el falso crecimiento basado en las burbujas sectoriales…. Hasta el pasado 5 de julio de 2015 día en el que, si bien no tiene de momento la trascendencia histórica del 9 de noviembre de 1989, se dio el primer golpe en la mesa por parte de una Izquierda que ha dicho “hasta aquí hemos llegado. No podemos seguir así. Hay otra manera de hacer política”
Esta es la gran lección que nos ha dejado el referéndum griego: que un pueblo ha dicho basta a las políticas de austeridad. Y este es el gran miedo que tenía la Derecha (la Comisión, el FMI y el BCE), denunciando el ascenso de los despreciables populismos de izquierda, que gobernaba favoreciendo los intereses de unos pocos sin que nadie les tosiera hasta el pasado 5 de julio de 2015.
Felipe González escribía en su artículo “Grecia: y ahora ¿qué?” que a él le “gustaría votar no a las políticas europeas y votar no a las del Gobierno de Atenas”. Vale, correcto, pero es que en estos momentos hay que posicionarse a favor de una postura o la otra, obviamente sin la necesidad de comprar una postura al 100%. Lo que está claro es que hay que aplicar otro tipo de política económica porque quien está sufriendo las políticas aplicadas por la Troika no es sólo el pueblo heleno sino todos aquellos ciudadanos europeos que eran de clase media y ahora son de clase baja. Por este motivo me sigo preguntando, llámenme ingenuo, ¿cómo es posible que la socialdemocracia europea siga apoyando la aplicación de las políticas de austeridad cuando el propio FMI reconoce que Grecia no podrá pagar su deuda y se evidencia su fracaso año tras año? Pues creo que la principal razón se encuentra en el falso debate político que ha conseguido generar la Derecha y en el que la socialdemocracia ha entrado de lleno en la trampa consistente en criminalizar a la Izquierda radical, siendo Syriza el principal saco pesado en el que todos golpean con saña.
Se ha acusado a Syriza de engañar al pueblo heleno, como si este fuera tonto, presentándose a las elecciones con un programa político que era inasumible. ¡Cómo si el resto de partidos políticos cumplieran al 100% sus programas electorales!
Se ha acusado a Syriza de ser antieuropeos (parece que la señora Merkel ha tomado buena nota del éxito del secuestro del concepto Catalunya por parte de CiU durante tantos años cuando, en realidad, la UE no es igual a Políticas de Austeridad). Profundizando en la línea argumental de dicha acusación, la Derecha está consiguiendo, con toda la maléfica intención, que cale la idea de confrontación de soberanías nacionales. Ante el mandato democrático del pueblo heleno se le contrapone la legitimidad democrática del resto de parlamentos europeos. ¿Cuándo han sido las últimas elecciones en Francia, 2012, o Alemania, 2013? ¿Acaso la situación es la misma ahora que hace 2 años? Aquí no se trata de definir a unos europeos más responsables y racionales que otros en función de la opción política que voten. Parece mentira que en los inicios del siglo XXI tengamos que recordar que todas las opciones políticas son igual de legítimas e igual de democráticas.
“Orgullo nacional”, “Humillación” son conceptos que se están esgrimiendo con una frivolidad pasmosa para atacar a Syriza cuando, en realidad, lo que ha ocurrido por primera vez desde el inicio de la crisis es que los ciudadanos, no un gobierno, han dicho basta por dos veces en seis meses a la cosmovisión capitalista: la primera dándole el gobierno a Syriza, de manera democrática y libre, y la segunda votando negativamente el pasado 5 de julio recuerdo, otra vez, de manera democrática y libre.
No es una confrontación de soberanías ni de voluntades democráticas, se trata de seguir aplicando unas políticas económicas cuyos resultados son un aumento exponencial de la desigualdad social y la aparición de un lenguaje nacionalista más propio del periodo de entreguerras que del siglo XXI o de aplicar otras políticas económicas que, hasta el propio Tsipras reconoce, se tienen que aplicar.
La gran conclusión de esta tragedia europea es que, por fin, los europeos volvemos a tener una alternativa que planta batalla al capitalismo más salvaje. La clave está en si los partidos socialdemócratas europeos quieren ponerse a la cabeza de dicha alternativa o quieren seguir en esta ambivalencia ideológica que les está echando del poder sin ninguna piedad.