En el Palau de la Generalitat todo eran caras sombrías. CIU no se había apeado del poder pero no era lo mismo. El aire de la incertidumbre flotaba entre las galerías góticas del edificio, volviéndose cada vez más denso a medida que pasaban los días.
CIU iba por detrás de ERC en las encuestas y los tontos de los ciudadanos sólo hacían que desmadrarse por las carreteras de Catalunya y las calles de Barcelona. Es lo que tiene ilusionar al pueblo: uno empieza con la primera copa y nunca sabe cuándo va a beber la última.
Artur llamó a Franciscu y a Josep Antoni y les dijo:
- Chicos… Lo tenemos mal. Como decía aquel: estos catalanes están locos. ¿Qué hacemos?
- ¡Con lo felices que eramos en 2010! – dijo Josep Antoni.
- Ya se nos ocurrirá algo – suspiraba Franciscu.
Los días seguían pasando entre discusiones estériles alrededor de lo que quería decir una coma o un punto y aparte en el redactado de la Constitución.
Artur recibió la llamada y, con la rabia que uno tiene cuando hay otro que le dice “ya te lo decía”, fue al despacho del consejo.
- Artur… Creo que este chico tiene la solución – dijo la voz – se llama Jordi y es asesor.
- ¡Otro asesor! – saltó Artur, arrepintiéndose de ser tan impulsivo.
- Tranquilo Artur – siguió la voz con suficiencia.
Jordi se levantó y se dirigió a una de las cabeceras de la mesa. Era un chico joven, tímido, con aspecto desgarbado.
- Oye chaval – esta vez fue Josep Antoni quien no pudo aguantar – sólo te pongo en aviso. Al último asesor lo enviamos al Delta del Ebro a recolectar, uno a uno, los jodidos caracoles manzana que destrozan las cosechas de arroz.
- Ya lo sé, Josep Antoni – respondió Jordi calmado – Fui yo quien redactó la orden de traslado.
Artur y Josep Antoni tragaron saliva.
- Está claro que lo han engañado, President – continuó Jordi – mejor dicho, nos han engañado a todos – añadió dirigiéndose a la voz, el cual se revolvió en su modernista sillón acolchado de principios de siglo XX – Ni usted, nosotros, ni los catalanes son independentistas. El problema está en que nos lo hemos creído y, solitos, en este lío nos hemos metido. La cuestión radica en que nos hemos metido en el embolao independentista y, a medida que pasan los meses, vamos perdiendo más y más poder. Y nosotros no queremos esto ¿verdad?
Los dos negaron con la cabeza, sin fijarse en que la voz también lo hacía.
- Pero ahora no podemos abandonar así como así – respondió Artur, llorando.
Josep Antoni asentía a su lado, en silencio, mientras las lágrimas le resbalaban de los ojos como el poder que se les escapaba de las manos.
- Exacto – prosiguió Jordi – sería nuestro suicidio político. Además, le acusarían de traidor. A usted. Usted que lo ha dado todo por este país. Usted que ha conseguido que CIU vuelva a ser el faro que ilumina Catalunya después de los años oscuros del tripartito. Usted, que ha devuelto el esplendor y el orgullo de esta nuestra querida tierra…
Hizo una pausa para que el silencio hiciera más efectivo el discurso épico.
- Por eso hay que darle la vuelta a esta nefasta situación. Lo vamos a hacer en dos fases: la primera hasta las elecciones municipales y la segunda hasta las nuevas elecciones al Parlament de Catalunya.
La cara de asombro de los dos líderes visibles de la coalición parecía el emoticono del whatsapp.
- Y lo vamos a hacer aprovechándonos de la mayoría absoluta del PP y, sobretodo, de la ingenuidad política de ERC para debilitarlos de una puñetera vez.
- ¿Elecciones al Parlament otra vez? – se preguntó con hastío Artur – ¿Pero es que no hay manera de tener una legislatura normal? – suspiró.
- La estupidez y la chulería que toda mayoría absoluta envuelve al partido que la consigue – prosiguió Jordi obviando el comentario.Jordi rompió la frontera natural del aire e invadió el espacio vital del President poniendo una mano sobre su espalda. Este atrevimiento incomodó a Artur pero Jordi continuó sin hacer caso de las sensaciones del President.
Artur se lo quedo mirando con una expresión que le inquiría: ¿esto no lo dirás por nosotros?
- Está claro que CIU siempre ha demostrado una gran inteligencia a la hora de gestionar una mayoría absoluta – le costaba esfuerzos reprimir las risas mientras caminaba por la habitación – ¿Usted que ha prometido? – le preguntó subiendo el tono y señalándole con el dedo – ¿Una consulta? Pues hágala.
- ¡Pero si no quieren! – protestó Artur.
- Es igual. Los del PP son cortos de miras y eso hay que aprovecharlo. Tienen los cojones tan grandes – dijo con tono irónico – que no les dejan ver más allá. Usted consiga la máxima unidad posible. Cuántos más seamos más reiremos. Utilice todos los canales formales que la Constitución nos otorga. Se lo negarán una y otra vez porque son burros.
- Sí, claro – rebufó Josep Antoni.
- ¡No se da cuenta que perdieron el mayor imperio que habrá jamás en la Historia de la humanidad! – dijo Jordi exaltado.
- Ya lo decía Pérez Reverte en boca del Capitán Alatriste – añadió la voz intentando parecer intelectual.
- ¿Y si no me dejan? – volvió a insistir Artur.
- ¡Pues incumpla la ley, carajo! – le respondió Jordi con acento mejicano – Conviértase en mártir.
- ¿Y yo qué? – preguntó Josep Antoni, cual niño pequeño que ve que lo dejan de lado en los juegos.
- Para usted tengo reservado un gran papel. Acuérdese que en el siglo XXI no hay ningún héroe que triunfe solo – le respondió guiñándole un ojo.
- ¡Qué emoción! – dijo frotándose las manos.
- President, convoque una consulta – le ordenó la voz con tono épico – Es nuestra salvación.
- Una vez sepamos los resultados pasaremos a la segunda fase – concluyó Jordi – Ahora sólo hay que ponernos a trabajar.
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