El 9 de noviembre de 2014 se celebró la consulta. Fue respaldada por cinco partidos políticos y medio, si tenemos en cuenta los catalanistas del PSC, de los ocho que obtuvieron representación parlamentaria en las últimas elecciones autonómicas.
Fue un éxito de convocatoria superando los dos millones de votos. Aunque votaban los mayores de 16 años, los 1,8 millones de votos a favor de la independencia de Catalunya hicieron rabiar al PP sino la sensación de triunfo que Artur desprendía. No eran la mayoría del pueblo de Catalunya pero eso daba igual. Lo importante, tal y como había previsto Jordi, era que Artur volvía a ser el mártir de Catalunya a partir de las querellas que el gobierno del PP presentó contra él y dos miembros más del gobierno de la Generalitat.
- Bueno – dijo Jordi, exhalando el humo del puro de la victoria – hemos concluido con éxito la primera fase.
Artur, Josep Antoni y la voz aplaudieron al asesor. No lo habían ascendido, de tanto en tanto hay gente que tiene en consideración la historia para no cometer los mismos errores, pero tenían grandes planes para él.
- Ahora… – mantuvo el suspense un rato – vamos a activar la segunda fase: perder las próximas elecciones autonómicas.
Artur y Josep Antoni pusieron ojos como platos y exclamaron a la vez:
- ¿Cómo?
La voz puso calma:
- Tranquilos, chicos, dejadle explicar.
- Pero nosotros queremos recuperar el poder – protestó Artur.
- Y para eso necesitan perder electoralmente. La clave radica en conseguir la legitimidad democrática para abandonar la senda independentista – le rebatió Jordi, levantándose de la mesa y golpeando la mesa con los puños – Lo que hay que conseguir es tener los argumentos irrefutables para decirle a los ciudadanos: hasta aquí hemos llegado y, de momento, no somos más. Ciutadans de Catalunya, Catalunya no quiere la independencia.
Un denso silencio se instaló en el despacho.
- A partir de aquí, CIU volverá a ser el centro de la política catalana otra vez. El eje que modulará otra vez la vida pública catalana como lo hicieron en los gobiernos de Jordi Pujol.
- Suena todo muy ideal – dijo Josep Antoni con tono sarcástico – pero… ¿Y Madrid?
- Josep Antoni, Josep Antoni, Josep Antoni – le respondió Jordi con tono condescendiente. Caminó hacia él y le puso las manos en los hombros – ¿Nos apostamos tu cargo a que el PP no va a obtener mayoría absoluta en las próximas elecciones?
- No, no, no… No hace falta. Ya entiendo – contestó Josep Antoni asustado ante la posibilidad de perder la silla.
Jordi siguió caminando por el despacho y prosiguió con su discurso:
- Me lo imaginaba. Bueno, para conseguir perder las elecciones sin que lo parezca hay que tener en cuenta que el principal activo que tiene el proyecto independentista a día de hoy es la unidad. Por tanto, lo primero que vamos a hacer es dinamitar dicha unidad. Aprovechando lo crecido que se lo tiene el Oriol ese – dijo marcando el tono despectivo – vas a hacer lo siguiente: por un lado, vas a proponerle una lista única para las próximas elecciones en aras de la unidad. Como el chaval va primero en las encuestas se va a picar y va a entrar al trapo del debate para capitanear él la lista. Como esta pelea va a generar más hartazgo y mal rollo, los hippies de ICV se van a desmarcar para no ser comparsas. Además, tal y como están pregonando para las municipales se van a centrar única y exclusivamente en los recortes y la corrupción. Es lo único que les interesa y, como tienen el aliento de Podemos en el cogote, en lo que se van a centrar.
Como en un atraco perfecto, todas las fases se fueron desarrollando y superando más o menos con éxito. En las elecciones municipales del 24 de mayo CIU ganó las elecciones pero perdió Barcelona, suponiendo un duro revés simbólico para el independentismo. Siguiendo unas instrucciones muy extrañas, el alcaldable Trias trató enseguida como alcalde a la novata Ada Colau, dejando estupefacto a más de un converso independentista.
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