¡Hay que ver lo que ha cambiado España! Comentan tertulianos y dirigentes de nuevos partidos políticos. Una corriente de opinión bastante extendida y que genera mucho consenso sobre los grandes cambios que han afectado a la sociedad española, principalmente, desde la Gran Crisis Económica que estalló en 2007.
La España de la estafa inmobiliaria
La delincuencia de la alta sociedad
Politicuchos que se inflan a robar
Los asesinos hoy vuelven a torear
España, el país de la patraña
De trapicheos, pelotazos y demás
Esta estrofa de un grupo de punk-rock madrileño, que podría pasar por un análisis sin datos de la España de 2016, se compuso allá por el año 1996, hace ya la friolera de 20 años y que en este link se puede escuchar:
Se habla del auge del populismo como nueva forma política que pretende dar soluciones a los problemas en los que nos vemos inmersos como sociedad. Se habla de la confrontación de la nueva política con la vieja. De que el sistema surgido de la Transición está obsoleto pero… ¿tanto ha cambiado la sociedad?
Lo único que realmente hay de diferente es que, en la actualidad, al ser humano le ha salido un apéndice en la mano en forma de Smartphone. Un apéndice del que nos empeñamos todos en creer que ha cambiado la sociedad de manera radical. El problema es que la cruel y cruda realidad de la Gran Crisis Económica se resiste a concederle al Smartphone el adjetivo de revolucionario que tuvieron el dominio del fuego, la rueda, la invención de la imprenta, la máquina de vapor o la electricidad.
La sociedad no ha cambiado tanto. El sistema capitalista sigue siendo el mismo y, con él, las relaciones económicas, sociales y políticas. Por tanto, ¿qué es lo que puede haber pasado para que surjan tantos actores nuevos, que hablan de manera distinta, y que, por tanto, nos confunden a la hora de creer que estamos en unos nuevos tiempos?
No es un problema de la radicalización ni de populismos. Yo creo que, en el fondo, es el problema de la cada vez más semejanza entre los partidos políticos tradicionales. Escribía Fernando Savater, en el artículo titulado Las cosas del querer del 18/02/2016, que “la socialdemocracia ha triunfado en Europa de tal modo que ya nadie puede ser menos y es difícil lograr ser más. De modo que el socialismo se desdibuja entre quienes no lo ven sino como una versión algo más generosa y edulcorada de la derecha pero a veces más ineficaz.”
La trayectoria de la pana a la corbata que ha protagonizado Felipe González es el mejor ejemplo no para buscar algo nuevo sino para recuperar los orígenes.
Los ciudadanos están hartos de tanto “queremos hacer pero…”, “elaboraremos tal política pero…”, “no lo podemos hacer porque Bruselas impone”. Están hartos de tantas escusas que los partidos institucionalizados dan a la población y quieren las cosas claras. Tanto los que son de Derecha como los que son de Izquierda. Por desgracia, por mucha información que nos proporcione internet el nivel intelectual es cada vez más bajo y, por eso, triunfan gentes como Donald Trump, Marine Le Pen, Alexis Tsipras o Pablo Iglesias. Porque en realidad dicen las cosas claras y simples, que no sencillas.
La crisis económica ha puesto de manifiesto que sigue habiendo patrones y obreros, perdón ¡que se me ha escapado la vena marxista!, empresarios y trabajadores, suena mejor. Que sigue habiendo una relación de poder vertical entre estos dos grupos en las que los trabajadores son los que más tiene que perder. Y que los créditos que los bancos han dado a los particulares, a diestro y siniestro, no eran sino meros espejismos e ilusiones de la ansiada sociedad utópica que todos los pensadores políticos han perseguido desde los tiempos del ágora griega.