El editorial de El País del pasado 8 de abril de 2016 titulada Lecciones de Holanda daba, sin ser consciente de ello, con la clave para solucionar el problema derivado de la mayoría absoluta independentista surgida de las elecciones del 27 de septiembre de 2015 al Parlament de Catalunya.
La línea editorial de El País, tan institucionalista como siempre, explicaba los aspectos negativos del referéndum como máximo exponente de la democracia participativa en contraposición a la cada vez más denostada, ese es el verdadero peligro al que nos enfrontamos como sociedad, democracia representativa.
La principal crítica viene dada por la instrumentalización que hacen los partidos populistas y extremistas del referéndum, según convenga a sus intereses. ¡Cómo si el resto no lo hicieran!
La cuestión estriba en que dicha instrumentalización no invalida el referéndum como lo que realmente es: el máximo ejemplo de democracia ¿o es que acaso unas elecciones no son sino un gran referéndum?
Como todo en esta vida, lo que define si una cosa es buena o mala no es la propia cosa en si sino que, la mayoría de las veces, es el uso que se hace de ella lo que decanta la balanza hacia el Bien o hacia el Mal.
Si, como se ha visto en Holanda, los populistas y los euroescépticos han sabido utilizar de manera inteligente el referéndum sobre el acuerdo entre la UE y Ucrania para sus propósitos ¿Por qué los partidos institucionalistas y tradicionales no pueden hacer lo mismo?
El referéndum holandés es el mejor espejo en el que se pueden mirar los recelosos y obsesivos barones del PSOE para que el referéndum en Catalunya deje de ser una de las tan famosas líneas rojas que no se pueden cruzar para conseguir la investidura presidencial. Porque, en realidad, un referéndum es el mejor mecanismo para sacar del embrollo en el que nos han metido a todos la conversa CDC y el inmovilismo del PP.
Ya está bien de escudarse en una determinada interpretación de la Constitución de 1978, porque existen expertos constitucionalistas que sí creen que tiene cabida en ella, para impedir la celebración de dicho mecanismo para solucionar el problema. No se puede mantener por más tiempo esta actitud tan cobarde. Enfrentarse al problema no significa automáticamente que el otro gane. No nos engañemos, la negativa actual es más una cuestión de orgullo patrio que de racionalidad propia de democracias maduras. De la misma manera que se pretende que el “por mis cojones” sea muy español, también es muy español el refrán de “muerto el perro muerta la rabia” y, teniendo en cuenta que los cojones por si solos no van a matar a la rabia, la única arma para matarla es el referéndum. Se podrá decir que a veces “es peor el remedio que la enfermedad” pero este refrán sólo es verídico cuando la dosis no es la correcta.
Volviendo al ejemplo holandés, por muy legal que haya sido el resultado, no es racional que el 20% del total de votantes en Holanda condicione la política exterior holandesa y, por extensión, comunitaria. ¿Cómo se sostiene un resultado con un 70% de abstención? Como he dicho antes, todo depende de la dosis que, en este caso, es la participación política.
Por tanto, habría que decirle a Susana Díaz, a Emiliano García-Page y a Guillermo Fernández Vara que la cuestión no es el referéndum sino los mínimos de participación y resultados que se exijan para que tenga validez.
Si en las elecciones del 27S los independentistas consiguieron el que se seguramente sea su techo electoral (48% de los sufragios) y en las elecciones del 20D bajaron hasta el 31% de los sufragios, ¿no será entonces el referéndum la mejor solución al problema catalán pues el “no” saldría victorioso? ¿Acaso Canadá o Reino Unido se han roto por celebrar referéndums? Si encima el “no” tiene la ayuda gratuita de infumables y absurdos manifiestos como el Por un verdadero proceso de normalización lingüística en la Catalunya independiente ¿Qué hay más inteligente que permitir la celebración de dicho referéndum? Seguramente la respuesta es la más cruel de todas: el miedo que tiene el PSOE a que el PP, con su actitud y sus comentarios fuera de tono, siga siendo la principal creación de independentistas.
Plenamente de acuerdo con el artículo, efectivamente los problemas se solucionan cogiendo al toro por los cuernos pero…¿se quieren solucionar?Me parece que el PP vive muy bien mientras subsista el problema y el PSOE esta demasiado metido en «sus cosas» (quien manda dentro, para entendernos). Y el pueblo español que premia esta actitud votando a líderes que no lideran pero, eso sí, que dan fuertes puñetazos en la mesa con afirmaciones de «por mis cojones», cultura de bar le llaman.
Un referendum es una fórmula vacía. ¿Qué referendum? Porque hay un abismo de un referendum con mayoría simple y predeterminada para unos límites arbitraria y previamente fijados (lo que sería absolutamente ilegal y antidemocrático) y un referendum con mayoría cualificada (como está establecido para todo asunto o ley importante) y válido para cualquier unidad territorial. Son dos opciones totalmente diferentes; la primera antidemocrática e ilegal, y la segunda perfectamente aceptable y democrática ¿a qué referendum se refiere?
Yo me quedo con el segundo. La cuestión es hacerlo para ver como gana el no
No, la cuestión es conseguir hacerlo la primera vez aunque salga el no, y seguir repitiendo hasta que salga el sí, verdad? Luego ya con el sí, ni hablar de referendums!
Yo no digo eso pero, bueno, si tú lo crees. Como tú bien sabes, si sale el no tardará muchísimo en salir el sí, más aún cuando, seguramente, Convergencia dejaría la senda independentista.