No creo en el fin de la Historia tal y como la concibió Fukuyama allá por 1992 porque cada día la vivimos y, hasta que no nos extingamos como especie, seguirá habiendo Historia. Eso sí, lo que queda patente es lo huérfanos que estamos todos de sucesos épicos que se califiquen de “históricos”.
¡Qué ganas tenemos los humanos de vivir en directo hechos que cambian la Historia!
Partiendo de la base de que, probablemente, nos encontremos en uno de los periodos más sosos de la Historia, los expertos y analistas se agarran a un clavo ardiendo cuando califican de histórico hechos que seguramente no saldrán en los libros analógicos o digitales de Historia del alumnado de los próximos 50 años.
El último ejemplo de estas ansias historicistas lo encontramos en la línea de pensamiento que califica el, de momento, extraño golpe de Estado en Turquía el pasado 15 de julio de 2016 como el primer golpe de Estado .0, en el que las redes sociales han jugado un papel determinante / esencial / clave en el fracaso de dicho golpe por primera vez en la Historia.
Tanto si los hechos sucedidos aquella noche de viernes fueron un golpe de Estado contra el presidente Erdogan como si fue una propia conspiración del propio Erdogan para depurar, y de qué manera lo está haciendo, las estructuras del Estado de posibles enemigos y contrapoderes hay demasiadas evidencias empíricas como para minimizar el impacto real que las redes sociales tuvieron en el desarrollo del fracaso de dicho golpe.
Si uno ve las retransmisiones de las primeras horas del golpe por televisión (yo estuve alternando el canal 24 horas, la tertulia del programa 8 al dia de 8TV y el canal 3/24 de la TV3 de las 23:00 hasta la 01:30 aproximadamente) puede llegar a la conclusión que ni Twiter ni Facebook ni Instagram tuvieron ninguna influencia a la hora de convocar a los turcos para que saliesen a la calle a defender el orden constitucional.
Es más, resulta irónico comprobar cómo bien entrado el siglo XXI, siglo en el que las redes sociales son capaces de congregar a miles de personas a la vez (la PokeQuedada de Sol tardó varios días en organizarse), Erdogan utilizara un medio tan poco “siglo XXI” como es la TV para hacer un llamamiento a la población. No utilizó el Periscope, no nos engañemos. Tal y como se muestra en las imágenes de TV hay un periodista de informativos que está aguantando un móvil donde se ve a un Erdogan despeinado decir a sus conciudadanos que salgan a la calle. A este llamamiento desde la TV más propio del siglo XX que del siglo XXI hay que añadirle un canal de comunicación mucho más antiguo todavía, desde la Edad Media que se usa, y que, posiblemente, fue el más efectivo: la llamada de los imanes desde los minaretes de las mezquitas de Ankara y Estambul para que los ciudadanos salieran a la calle a defender a Erdogan. Por cierto, estas llamadas también fueron retransmitidas por TV. Por lo que cabe deducir que los ciudadanos que salieron a las calles estaban viendo desde sus casas la TV y no estaban estirados en el sofá mirando el móvil a ver cuando vibraba.
Hoy por hoy, las redes sociales tienen mucho impacto para las discusiones políticas estériles, para la exhibición y exaltación del yo y demás superficialidades comerciales pero, de momento, no sirven para derrocar gobiernos ni hacer revoluciones. Eso, como a lo largo de toda la Historia, sigue siendo patrimonio exclusivo de los seres humanos y que así sea por mucho tiempo.