Referéndum Ya

Desde el victimismo chapucero de los independentistas hasta el integrismo religioso constitucionalista del PP y el PSOE, los errores se suceden en ambos lados ante la desesperación de una sociedad que demuestra lo poco que llegan a pensar por si mismos los ciudadanos de una y otra opción.

El 6 de octubre de 2016 se aprobó en el Parlament de Catalunya una resolución para convocar un referéndum de independencia en septiembre de 2017. El PP, Ciutadans y el PSC votaron en contra contribuyendo a seguir con las posiciones inamovibles en ambos bandos.

Los errores son una oportunidad para mejorar y la Historia es el gran maestro que convierte esa oportunidad en lecciones para no volver a cometer esos mismos errores. El 2 de octubre de 2016 se dio, por dos veces, esa oportunidad cuyos históricos resultados nos deben enseñar que un referéndum es una muy buena arma política si se utiliza bien por los políticos que lo convocan.

Los referéndums de Colombia y Hungría nos permiten extraer, como los referéndums en Suiza y Holanda también celebrados en 2016, valiosísimas conclusiones sobre dos variables clave en un referéndum: el resultado y los niveles de participación. Dos aspectos que deberían ser capaces de cortar la orgullosa venda que tapa los ojos de los políticos del PP y algunos del PSOE para liderar la celebración de un referéndum en Catalunya, definiendo muy bien los niveles de participación de los catalanes y el resultado mínimo que la opción del «SI» debería obtener para que dicho referéndum fuese vinculante.

El referéndum en Hungría ha fracasado porque no han ido a votar más del 45% de los húngaros. El gobierno de Hordan estableció una participación mínima del 50% para que fuese vinculante y no lo ha logrado. Desde las fuerzas independentistas se esgrime la mayoría del pueblo de Catalunya quiere la independencia. De acuerdo, ningún problema, pero eso significa que, en un referéndum sobre la independencia de Catalunya, esta inmensa mayoría saldría en masa a votar ¿no? Por tanto, es lógico afirmar y defender que, para que dicho referéndum fuese vinculante, se debe demostrar ante la comunidad internacional y el resto de España que esa inmensa mayoría irá a votar.

¿Y cómo se cuantifica esa inmensa mayoría? Desde luego, con niveles de participación como en Colombia, menos del 40%, y Hungría, algo más del 40%, no.

A partir de aquí, es necesario y exigible, para despejar cualquier atisbo de duda, niveles de participación alrededor del 70% como mínimo. Y es que en una cuestión tan trascendental como el modelo territorial de un Estado no pueden participar sólo los que están a favor o en contra de la decisión, como ocurrió en el 9N. Es en este punto donde también entra en juego la variable «resultado», que sólo se entiende si está ligada a los niveles de participación. Es decir ¿Qué legitimidad democrática tiene el «no» a los acuerdos de paz de Colombia cuando no han votado ni la mitad de los colombianos y, de estos, la opción contra dichos acuerdos ha ganado por el amplísimo margen del 0,5%? Con estos resultados, ninguna legitimidad.

Por eso, escudarse en los patéticos argumentos de la soberanía del pueblo español y la rigidez, para lo que interesa, en la defensa de la Constitución es una actitud totalmente antidemocrática en tanto que niega la expresión de la voluntad, si es que existe, de un pueblo. ¿O es que acaso alguien en su sano juicio cree que, si más del 70% de los ciudadanos de Catalunya votase afirmativamente a la independencia de Catalunya, esta voluntad no debe ser respetada desde un punto de vista estrictamente democrático?

5 Comments

  1. La cuestión no está en si el hecho de votar es lícito o ilícito en sí mismo, sino en si es lícito y ético llevar a cabo lo que se va a votar, habida cuenta de que se está poniendo en juego la estabilidad, el bienestar y la seguridad, de unos y otros. No podemos considerar una decisión llevada a cabo democráticamente como el valor supremo, al que cualquier otro principio se ha de someter.
    ¿Es democrático que algo que afecta muy gravemente a una inmensa mayoría (más de 40 millones de españoles, catalanes incluidos) lo decida (derecho de autodeterminación) una reducida minoría (la mitad aproximadamente de catalanes)?

    1. Por eso creo yo que hay que definir un mínimo de participación y un mínimo de % de un resultado sobre el otro. ¿Encuentras realmente lógico que si el 70% o más de todos los catalanes se quisiesen independizar no pudiesen? Si hubiese una mayoría democráticamente abrumadora a favor de la independencia ¿habría que respetarla o no? ¿Los tenemos que obligar a estar en una situación a disgusto?

  2. ¿Y si un colectivo decide por referéndum no permitir la residencia a personas negras ? Evidentemente sería una aberración.
    No tenemos el derecho a decidir lo que nos plazca. Y muchos pensamos que cualquiera de las razones que exponen los independentistas son aberrantes.

      1. Creo que sí se puede comparar, porque quienes defienden «irse» lo hacen en base a pertenencia a tierra o lengua. La defensa de grupos que definen su destino en base a la pertenencia a un pedazo de tierra o una lengua común (aunque ojo, el castellano es tan lengua propia de Cataluña como el catalán) va indefectiblemente unido al racismo. No hace falta más que escuchar las opiniones de los separatistas sobre el resto de españoles.
        En este sentido, si queremos respetar sentimientos que van unidos a tierra y lengua, también tendremos que escuchar, en igualdad de condiciones, a los nacionalistas españoles, que sienten como suya también a Cataluña. El problema de los nacionalismos, aparte de lo irracional y excluyente, es que chocan entre sí. Y si se quiere respetar a unos, hay que respetar también a los contrarios. Ya sabemos que aquí está de moda respetar unos nacionalismos y no otros, pero eso no debe de nublar la vista a quien desea ser objetivo.
        Me imagino que en un supuesto referendum se dejará también «irse» de Cataluña a Barcelona, Tarragona o cualquier otra zona en la que mayoritariamente salga el no. Al final, ¡viva la república de mi barrio! Me imagino que Sant Gervasi se apunta, pues sus habitantes pagan bastante más impuestos que los de otros barrios y terminan recibiendo los mismos servicios.
        Finalmente, y si es que no quieres admitir una relación entre el ejemplo que puse y lo que está pasando en Cataluña, simplemente ten en cuenta que hay muchas cosas que no es ético considerar (ni someter a referendum), y no sólo el racismo. El querer «irte» cuando durante siglos de historia se ha ido construyendo tu riqueza entre todos no es aceptable desde un punto de vista ético.
        El «derecho a decidir» y otros mantras no superan ningún escrutinio lógico.

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