El falso juicio político

Con las crónicas de los medios separatistas catalanes y las declaraciones del Govern de la Generalitat sobre el juicio a Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau se ha traspasado la delgada línea roja de la legítima reivindicación política a la más vil de las manipulaciones, que entroncan con la vergüenza ajena y el atentado a la inteligencia que supusieron las mentiras y tergiversaciones con las que los partidarios del BREXIT convencieron a sus conciudadanos británicos para votar sí en el referéndum. Todos conocemos y sufrimos las consecuencias de dicha manipulación.

El juicio a Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau no es un juicio político, se mire por donde se mire. Que no se lleve a engaño nadie. A Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau no los están juzgando por ser independentistas ni por presentarse con un programa independentista ni por defender legítimamente la ruptura con España aunque, en realidad, con lo que se quiera romper es con la ineficiente y errónea visión que el PP tiene de España.

Ni tan siquiera la base del juicio es política. Este proceso judicial es un juicio al incumplimiento de un pacto del que dan fe las crónicas de El País en su noticia del pasado 06/11/2014 titulada “El Gobierno está dispuesto a permitir el 9-N si la Generalitat no participa” o La Vanguardia en su noticia del pasado 09/11/2014 titulada “Malestar en el PP catalán por la “inacción” del Gobierno de Rajoy”.

En un país en el que todavía se antepone el orgullo, confundiéndolo con dignidad, y una concepción de la acción humana basada en el “por mis cojones” a la racionalidad, el conflicto territorial español está condenado al fracaso por la cerrazón, la tozudez y la nula altura de miras de todas las partes las cuales, dicho sea de paso, se retroalimentan. Por este motivo, el Poder Judicial se está erigiendo en erróneo e involuntario árbitro de este conflicto.

Este juicio no deja de ser una rabieta del PP provocada no por el éxito del 9-N que, si se hubiese ninguneado tal y como hace el PP en todo o se hubiese enmarcado en términos de libertad de expresión, al cabo de dos semanas nadie se hubiese acordado sino por las chulescas declaraciones de Artur Mas al comentar la jornada ese mismo día por la tarde y que rompen con ese pacto de silencio al que llegaron los dos gobiernos, tal y como se demuestra en las declaraciones de González Pons el 10/11/2014 cuando dijo: “Si cualquiera de nosotros nos saltáramos la ley y saliéramos en la tele diciendo que soy el responsable, el fiscal nos llamaría”

Hagámonos unas cuantas preguntas ingenuas:

¿Qué necesidad tenía Artur Mas de llenarse la boca con la declaración de “el responsable soy yo” cuando días antes el ministro de Justicia, Rafael Català, declaraba que “si la Generalitat, que es a quien se ha dirigido el Tribunal Constitucional, no promueve actuaciones en el desarrollo de una consulta no autorizada, si eso no sucede, no parece que sea necesario requerir ni al Constitucional ni a jueces y tribunales para actuar, porque no hay infracción del ordenamiento jurídico”?

¿Acaso la declaración de “el responsable soy yo” no es buscar a propósito la imputación por desobediencia cuando el ministro de Justicia decía que “en una sociedad democrática como es la española, en el marco de la Constitución, cada día en muchos ámbitos se producen movimientos populares de recogida de firmas, de toma de opiniones… Lo que estamos desde hace meses poniendo de manifiesto es que un Gobierno o un Parlamento no pueden promover una consulta contraria a la Constitución. El ejercicio de la libertad de expresión de los ciudadanos… eso nadie va a impedirlo. Puede parecer un matiz, pero es muy importante”?

¿No será que Artur Mas buscaba la imputación a propósito para sacar rédito electoral para el PdeCat y, de esta manera, dejar de ser la fotocopia independentista de ERC?

Al final, quien realmente está perdiendo en todo este embrollo es la ciudadanía catalana que ve como sus representantes pierden poder político e influencia en el gobierno del Estado quien, por no querer, no quiere ni saber nada de los famosos 23 puntos que Artur Mas le entregó en julio de 2014 a Mariano Rajoy. Y, como siempre, los nacionalistas vascos se van a ir de rositas, otra vez, a la hora de apoyar los Presupuestos Generales del PP, sacando la máxima tajada posible.

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