Con un 80% de participación en las pasadas elecciones del 21-12-2017 al Parlament de Catalunya, la sociedad catalana ya se ha hecho esa foto tan exigida por todos los partidos políticos catalanes; desde el “Ara sí votarem” de Ciutadans hasta el “si lo que queremos es contarnos” de los partidos independentistas.
Con una participación del 80%, Catalunya ha votado legal y formalmente y se ha contado, otra vez. Teniendo en cuenta que la realidad es del color del cristal con el que se mira, intentaremos que ese cristal sea lo más transparente posible, tal y como muestra la siguiente tabla de los últimos resultados electorales:
Esos números tan fríos nos demuestran que los partidos independentistas no han ganado las elecciones por segunda vez, de manera consecutiva en 2015 y 2017. Y también nos demuestran que, a medida que se ha ido radicalizando el “procés” ha habido un aumento de votos hacia opciones no independentistas. Porque es falso que los votos de Catalunya en Comú no se puedan contar como votos no independentistas después de que el grupo parlamentario votase en contra de la resolución para declarar la República catalana el 27 de octubre de 2017.
Por tanto, podemos afirmar sin ningún tipo de duda que Catalunya ya ha hecho un referéndum por activa, por pasiva, legal e ilegalmente, en una vez y en varias veces. Y la ciudadanía, en su mayoría, ha votado por no ser independiente de España, mal que les pese a Junts per Catalunya, ERC y la CUP.
Justamente por eso, quedarse con los resultados del 21D es falso y supone hacerse trampas al solitario. Tal y como sucedió en 2015, sigue siendo erróneo, por parte de los partidos independentistas centrarse sólo en los escaños obtenidos por cada una de las opciones políticas presentadas y en las mayorías parlamentarias surgidas gracias a la aritmética electoral y que nos han llevado a la situación actual.
Es más, hay que tener en cuenta que en 7 años se ha votado 4 veces de manera legal y formal y ha habido 2 actos masivos de participación política por parte de la ciudadanía. ¿Qué más se necesita para saber la opinión de la ciudadanía?
En realidad, el 21D es la culminación del procés. Es el final de una manera de hacer política que empezó con la errónea lectura de los resultados electorales en 2015 y continuó con el cúmulo de despropósitos por parte de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en las dos riberas del Ebro.
Desde la injusta encarcelación preventiva de líderes políticos (¿para qué existe la presunción de inocencia?) hasta la desproporcionada represión violenta ordenada por el gobierno del PP contra ciudadanos que están ejerciendo un derecho fundamental como es la participación política el pasado 1 de octubre de 2017. Desde el caso omiso del Ejecutivo independentista a los dictámenes del Consejo de Garantías Estatutarias hasta la proclamación de la República de Catalunya por parte del Parlament de Catalunya sin el respaldo de más del 50% de la población.
Los poderes políticos han traspasado toda una serie de líneas rojas que han conducido a la población a votar masivamente el 21D. Y el resultado ha salido que no. Que la mayoría de los ciudadanos de Catalunya no quiere una “República catalana, como Estado independiente y soberano, de derecho democrático y social”.
Ya no hay margen para que el NO independentismo crezca más, pero es que tampoco hay margen para que el SI independentista crezca más. Y lo que es peor, tal y como se están haciendo las cosas hasta ahora tampoco hay margen para que se flexibilicen las posiciones y esto es lo más peligroso de todo.
Sólo queda margen para una cosa: la imaginación y la voluntad política para salir de esta situación de bloqueo, partiendo de la base que hay que saber perder pero también hay que saber ganar.