¡Más turistas! ¡Más turistas!

2018-05-06 Mas turistas 01

Las anteojeras que se colocan a los caballos de tiro son la metáfora perfecta para explicar las cortas y cerradas posiciones políticas de asociaciones municipales y partidos políticos a la hora de opinar sobre el impacto del turismo en Barcelona.

Mientras el sector turístico reclama más promoción de Barcelona como marca; y las asociaciones vecinales siguen denunciando las riadas de turistas, Daniel Pardo, de la Asamblea de Barris per un turismo sostenible, declaraba que “Nosotros somos muy críticos con el impacto del turismo en la ciudad. Este sector ha de reducir su peso en la economía de la ciudad para impedir los monocultivos. Se está expulsando a los vecinos de los barrios”; el gobierno municipal de Ada Colau sigue mostrándose incómodo con el tema del turismo. Tal y como manifiesta en su Plan Estratégico de turismo 2020 el reto clave es: “pasar de gestionar el turismo en la ciudad para gestionar la ciudad turística, haciéndola compatible con el resto de necesidades de la ciudad múltiple, compleja y heterogénea que es Barcelona”

Está claro que cuando en el mes de abril hay una media de 4 cruceros al día o cuando las cifras del salón Alimentaria dejan un balance de 150.000 visitantes en 4 días, se debe gestionar el día a día de los ciudadanos de Barcelona con el trasiego de los visitantes.

Ahora bien, lo que ya no está tan claro es la relación causa – efecto entre todos estos visitantes y la expulsión de los vecinos de los barrios cuando no son los turistas quienes dan las licencias para cambiar de negocio ni son los turistas los que cortan las calles los primeros sábados de casa mes para que los ciudadanos puedan pasear por donde circulan los coches, sin saber muy bien el motivo de dichos cortes de tráfico.

El problema no es el número de turistas que vienen. El problema está cuando en 300 metros de calle antes había una zapatería, una pastelería, una sucursal bancaria, una tienda de animales y mascotas ahora hay un súper que vende souvenirs, dos tiendas de souvenirs y dos súper abiertos los 7 días a la semana. Lo curioso es que en todas estas tiendas orientadas al turista que va a visitar al Parc Güell no entra ni, posiblemente, el 5% de los visitantes del Parc Güell.

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¿Quién ha dado las licencias para crear toda esta serie de negocios destinados única y exclusivamente al turismo? Los turistas no. Las ha dado alguien que ha preferido fomentar este tipo de negocio en vez de ayudar a esa pastelería, a esa zapatería a promover acciones comerciales destinadas a que los turistas comprasen productos locales.

A todo esto, se mezcla el hecho de que se quiere poner la ciudad al disfrute de los ciudadanos ampliando las aceras hasta que parezcan campos de fútbol pero se ponen enormes dificultades a la creación de terrazas con la excusa de que entorpecen el pasear de los ciudadanos, olvidando que estamos en una ciudad mediterránea donde el clima es benévolo y los ciudadanos podrían disfrutar de los granizados, los cafés y los helados mientras los niños juegan en esas amplias aceras. ¿De qué sirve pasear por las calles si no puedes disfrutar de ellas parándote a tomar algo?

Que la ciudad debe ser primero de sus conciudadanos es una obviedad pero utilizar el turismo, que permite que el Ayuntamiento de Barcelona tenga superávit, como chivo expiatorio en vez de regularlo es una insultante falacia a la inteligencia y al sentido común.

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