En una época en la que los efectos negativos de la masificación turística alientan la turismofobia, uno se debe preguntar porque no puede publicitar y explicar la maravillosa sensación que produce a un turista encontrar pequeñas joyas decorativas que se encuentran escondidas en los balcones del casco antiguo de Xabia.
Como si de un juego de pistas se tratase,uno va caminando por el casco antiguo en dirección a los monumentos que los paneles informativos van señalando y, de repente, mira al cielo por vete a saber tú qué motivo y se encuentra con el suelo de un balcón decorado con baldosas llenas de bellos y mediterráneos dibujos geométricos.
Será sólo un balcón, piensa el visitante, pero la curiosidad hace que mire un segundo balcón y se alegre de ver cumplidas sus expectativas cuando descubre otros bellos dibujos geométricos distintos al anterior.
Es en ese momento cuando el visitante cambia la mirada que tenía hacia el casco antiguo de Xabia y descubre un maravilloso museo al aire libre, que le retrotrae a sus clases de dibujo lineal en octavo de E.G.B., con sus rotrings del 0,8, su papel vegetal y su compás.
Puede que los suelos de dichos balcones no sean Patrimonio de la Humanidad, ni que tengan un valor artístico de per se. Pero si en un museo arqueológico están expuestos vasos, tinajas y juguetes que tiene valor por ser del siglo III AC ¿por qué no reconocer el valor de estas baldosas y sus diseños en el mejor enclave posible: su lugar original?
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