Atmósfera putrefacta

Mensajes simples y contundentes. Hermosas y épicas palabras que pierden todo su significado por el uso retorcido de las mismas. Connotaciones históricas que se vacían de contenido y se frivolizan por mal utilizarlas como insultos.

Un ambiente cargado y putrefacto, que se va enrareciendo a medida que los populistas y las nacionalistas van adquiriendo más y más protagonismo frente a una izquierda desorientada que no sabe responder ni hacer frente a esta constante apelación de los sentimientos más primarios del ser humano.

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Una izquierda impotente que asiste a la degradación del pensamiento, que promueve la derecha, debido a la falta de espíritu crítico que, paradojas de la vida, se va acentuando a medida que tenemos más acceso a la información.

La degradación del discurso político de Trump a través del abuso de Twitter.

Los demagógicos abrazos de Pablo Casado a los inmigrantes de Algeciras y sus mentiras sobre los millones de africanos que vendrán.

La irresponsabilidad extenuante de Ciudadanos en resolver el conflicto catalán a golpe de querella y de cúter.

La deriva autoritaria de Polonia y de Hungría atacando directamente la separación de poderes sin ningún pudor.

La crueldad y la xenofobia que demuestra el ministro italiano Salvini cuando se jacta de no permitir la entrada ni el socorro en Italia de centenares de náufragos del Mediterráneo.

Aceptar sin rechistar las intrusivas normas que Facebook o Instagram imponen a sus usuarios a la hora de gestionar sus perfiles privados.

Hacen que…

Una turista inglesa sea tan imbécil de quejarse que en Benidorm haya demasiados españoles.

Ciudadanos de Catalunya se peleen por quitar o poner un lazo amarillo menospreciando y ninguneando el significado del concepto “libertad de expresión”

Ciudadanos que se crean que tienen autoridad moral sobre el resto por el simple hecho de llevar un lazo amarillo en la ropa.

Uno de los empresarios más ricos del Reino Unido partidario del Brexit duro tenga la desfachatez y la poca vergüenza de cambiar la sede fiscal de su empresa a Mónaco para no pagar tantos impuestos.

La intencionada ignorancia con la que los jóvenes usan las plataformas de la economía colaborativa sin importarles lo más mínimo el retroceso que supone en las condiciones de los trabajadores.

Y lo más triste es que esta lista parece no tener fin.

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