2019 será recordado como el año en el que los jóvenes occidentales lideraron la nueva ola verde de lucha contra el cambio climático.
El plástico es el nuevo gran enemigo a combatir, ya sea gravando fiscalmente las bolsas de plástico en los supermercados, ya sea difundiendo en las redes sociales vídeos que, enseguida se convierten en virales, promueven el no consumo de alimentos envasados en bandejas de plástico.
Una toma de consciencia digna de elogio que permitiría recuperar la fe en el espíritu crítico sino fuera porque incluye un punto negro que, aparentemente no tiene nada que ver con el cambio climático pero que debería formar parte de esa toma de consciencia global para mejorar la vida en nuestro planeta.
La Tierra no es sólo un conjunto de recursos naturales que hay que proteger para salvaguardar nuestro futuro. También son Tierra todas las personas que habitamos en él y sus condiciones de vida.
Es curioso constatar cómo los animalistas, los veganos, los ecologistas y demás millenials obvian, no denuncian, miran para otro lado o no exigen la misma responsabilidad a la hora de consumir a través de cualquiera de las plataformas digitales como Glovo, Deliveroo, Amazon, Uber, Cabify… cuya rentabilidad financiera es sólo posible mediante la precarización de las condiciones laborales de sus trabajadores.
Igual añaden dicha injusticia social a las reivindicaciones de la próxima huelga mundial contra el cambio climático el 27 de septiembre de 2019.