La guerra comercial entre EEUU y China se ha cobrado la primera víctima: la libertad de expresión y la defensa de los derechos humanos.
La perspectiva de una nueva recesión económica parece obligar a las dos potencias mundiales a alcanzar un acuerdo comercial que ponga fin a la escalada arancelaria de los productos a ambas riberas del Pacífico.
Pero lo curioso es constatar como la bravuconería de Donald Trump frente al gigante asiático no es tal cuando China a empezado a presionar de verdad a las empresas norteamericanas que han criticado la represión china a los manifestantes de Hong Kong.
Apple, que no sería la primera vez, y demás empresas se han retractado de las críticas vertidas ante el aumento de la violencia sobre los manifestantes debido a la posibilidad de cancelar grandes contratos comerciales como, por ejemplo, el que ha firmado la NBA con Tencent para la renovación de la retransmisión en directo de los partidos hasta la temporada 2024 – 2025 por valor de 1.500 millones de dólares.
Sería de ingenuos escandalizarse por tan gran acto de cobardía o pragmatismo, según se mire. Al fin y al cabo, el capitalismo siempre ha primado el mercado y los beneficios por encima de los derechos humanos y los valores universales.
Pero lo que sí es de hipócritas es que todos esos ciudadanos, asociaciones y ONG’s, que se les llena la boca de conceptos como la responsabilidad social corporativa de las empresas y el consumo responsable, no hayan puesto el grito en el cielo ni haya habido ningún tipo de declaración denunciando dicho acto de cobardía por parte de las empresas norteamericanas.
Hay que dejarles muy claro a las autoridades chinas que sí que entra en el ámbito de la libertad de expresión, como no podía ser de otra forma, “cualquier comentario que desafíe la soberanía nacional y la estabilidad social”.
Igual es que todos ellos se callan porque lo tendrían que hacer a través de su iphone y les daba apuro, no vaya a ser que les corten el acceso a Internet.