La construcción de la Sagrada Familia es una de las mejores metáforas para definir la sociedad occidental post COVID-19 que se está configurando.
Una sociedad en permanente construcción, que cada vez es más fuerte, pero que nunca se llega a acabar. Esteve Camps, el presidente de la Junta Constructora de la Sagrada Familia, ha afirmado que “en el 2026 es imposible” finalizar las obras del templo.
Una sociedad con unos fuertes cimientos que tienen forma de libre mercado sobre los que se sustentan todas las modificaciones y avances posteriores, ya sea acentuando la economía social de mercado o los aspectos más liberales de la misma. Una obra que va erigiéndose según los planos y bocetos originales del arquitecto Antoni Gaudí, donde lo único que cambia es la tecnología que se utiliza para seguir construyendo.
Siempre hay algún profeta innovador que quiere dejar su impronta aportando ideas pretendidamente nuevas pero que se acaban diluyendo a medida que pasan los años, bajo la enorme y potente fuerza de la idea original que sí fue revolucionaria.
Filósofos, economistas, politólogos y sociólogos le darán una y mil vueltas a la sociedad occidental post COVID-19, anunciando falsas nuevas normalidades. La sociedad, al igual que los planos originales, se seguirá basando en una economía de libre mercado, con su libre circulación de personas, capitales y mercancías. Una economía que para funcionar a todo gas necesita consumidores, como los visitantes de la Sagrada Familia cuya entrada servía para sufragar las obras, porque los dividendos, por si solos, no son capaces de hacer avanzar esta sociedad ni van a invertir en los más de 80 millones de euros de diferencia que existen entre el presupuesto récord de 100 millones de euros del 2019, gracias a los más de 15.000 turistas diarios que visitaron el templo, y los 17 millones de euros de presupuesto para el próximo 2021, que se invertirán exclusivamente en la construcción de la Torre de María.
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