A lo largo de este 2020, los ciudadanos de todo el mundo nos hemos familiarizado con toda una serie de conceptos sociales como confinamiento, distancia social, epidemiología, estado de alarma o burbuja, que es el más peligroso de todos ellos.
El concepto social de burbuja, bajo su apariencia de fragilidad y belleza, esconde la más cruel de todas las ideologías políticas: el fascismo. La burbuja expresa una cosmovisión monolítica y uniforme de la sociedad, que no admite al diferente, al otro. Un ejemplo paradigmático de esta idea la expresa el personaje del sheriff del pueblo donde sucede toda la acción de Acorralado (1982) cuando dice: “A los vecinos de este pueblo no nos gustan los tipos como tú. No queremos vagabundos porque, en cuanto te descuidas un poco, se te llena el pueblo de gentuza. Además, a ti no te gustaría. Es un pueblo muy tranquilo; seguro que te parecería aburrido. Pero a nosotros nos gusta así y a mí me pagan para que siga así”. De ahí que la Derecha española las defienda con tanto ahínco mediante uno de los más potentes vectores de nuestra sociedad occidental: la libertad. ¿Por qué la Derecha enarbola con tanta pasión y vehemencia el ejercicio de la libertad más absoluta? Para poder vertebrar la sociedad mediante burbujas impenetrables y torres de marfil donde todos y cada uno de ellos vivan cómodamente sin juntarse con toda la “gentuza” que está por debajo y que no piensa como ellos. Una visión distorsionada y perversa del concepto libertad que escapa del segundo pilar sobre el que se sustenta el concepto de ciudadanía: los deberes para con los conciudadanos. Queremos todos los derechos, pero no queremos ningún deber. Una concepción exclusiva de la libertad con la que se quiere escoger no vivir en sociedad sino elegir estar en burbujas formadas por iguales y negando la posibilidad de que entre a formar parte de esta burbuja uno distinto. Una negación que se muestra desde las derivas autoritarias de los gobiernos ultraconservadores de Polonia y Hungría hasta la negación más absoluta e intransigente de la acción política de un partido completamente legal y que cumple con todos los requisitos de la Ley de partidos como es EH – Bildu y su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado para el próximo ejercicio 2021, pasando por la prohibición de partidos independentistas que promueve VOX, la no aceptación de la derrota electoral de Donald Trump o todo el sustento ideológico que ha justificado el Brexit y su intento de recuperar, de las garras globalizadoras de la UE, un ideal de Inglaterra que nunca existió y hasta la simple negativa de unos padres a que su hija vaya a dormir a casa de una amiga suya porque no es de su misma clase burbuja estableciendo una diferencia entre ellas que no es real ni existe.
Lo que hay detrás de la burbuja es la negación misma de la democracia parlamentaria como sistema político donde la alternancia ideológica, la negociación y el diálogo son el eje vertebrador del progreso común de la sociedad.
Por este motivo el “procés” catalán es una pulsión populista conservadora y reaccionaria de la cual ERC quiere abjurar. Por este motivo ERC hace especial hincapié en la gestión pública, como centro de su acción política en vez de atizar las emociones más primarias, y en aumentar de manera significativa la base de apoyo ciudadano a la independencia de Catalunya. Dos ideas que atacan directa y frontalmente la concepción que Junts per Catalunya y la ANC tienen de Catalunya como una burbuja compuesta solo por 2 millones de ciudadanos que votaron sí el 1-O en vez de los 7,5 millones de ciudadanos que hay censados en Catalunya.